En una de estas frías noches octubrinas, mi pana Juan Carlos y yo nos dirigíamos hacia el #720 de Costanera “A”, entre Ficus y Guayacanes, de Urdesa Central. Una zona que ha cambiado mucho desde su fundación, ahora con calles renombradas con personajes poco conocidos, en lugar de mantener aquella inolvidable esencia de sus queridos árboles.
Llegamos primeros en la lista y fuimos bien recibidos por amables personas, entre ellas la Titi Idrovo, hermana del protagonista de la noche. Ella no había olvidado un pequeño, pero grato encuentro que tuvimos hace ya algunos años y no dudó en ponerlo sobre la mesa para alivianar la tensión que se mantenía -en mi caso- por la espera de un concierto que desde el principio generó altas expectativas. Se las pongo así: La emoción de ver a uno de los artistas que más admiras, en la casa en la que creció, como persona y como compositor. Son esas notas con las que uno ni siquiera sueña, solo pasan.
De repente, por las escaleras se acerca un jovial sesentón, con una sonrisa que iluminaba la sala de cabo a rabo, se acercó a saludarnos y lo primero que hizo este remedo de fanático fue decirle:
- Maestro, buenas noches. Mire lo que tengo acá.
¿Qué tenía?, pues una reliquia del cancionero ecuatoriano. Aquel único álbum de Promesas Temporales, la legendaria banda que compartieron Héctor Napolitano, Hugo Idrovo, Alex Alvear, Winfried Schael, David Gilbert y Dany Cobo. Si no han escuchado esa genialidad ¿qué hacen aquí leyéndome?
Además de esto, al estar en modo fan, también llevé para ser autografiado el libro La Saga y El Gozo, donde hay textos, letras de canciones e ilustraciones del maestro Hugo Idrovo, el principal de este texto, por si se preguntaban de quién hablaba en este pretencioso relato.
Sorprendido, Hugo sonreía sin parar, de manera genuina y honesta, mientras dibujaba y firmaba mis souvenirs, para luego lanzarme una desafiante pregunta:
- ¿Sí leíste Sirenita Lollypot?
A lo que temeroso respondí:
- No, maestro. La verdad ni siquiera lo he descargado…
No terminé mi excusa y al instante, el autor de populares canciones como Todos Los Cholos, Venenoso Batracio y Gringa Loca, solo supo pedirme que esperara mientras iba a verme una yapa, algo extra, para quienes carezcan de léxico urbano.
Durante esa espera, no podía dejar de leer una de las dedicatorias, que rezaba: Querido Juan José, aquí todo el filin y el cariño de rigor. Le di mil vueltas a esa frase en menos de un minuto.
Esto te va a encantar y te va a divertir mucho, supo decirme el maestro y me entregó un ejemplar de su mencionado libro Sirenita Lollypot. No podía más con la emoción. Imaginen que a ustedes les regaló algo Bad Bunny o alguno de los artistas que siguen en la actualidad. Así se sintió.
Mientras la velada avanzaba, llegaba más gente y todos eran recibidos con la misma amabilidad que yo percibí, sin duda alguna.
De repente, Hugo solo se sentó entre sus guitarras, mientras el viento acariciaba las hojas de las palmeras y la mata de mango de este hogar, iniciando la primera ronda, con canciones como La Isla, Amnesia, y hasta anunció el lanzamiento de un próximo álbum que se titulará Hugo Idrovo: Más Romántico Que Nunca. Esta intervención inicial se caracterizó por canciones dedicadas a seres queridos y compuestas en su juventud, como Santa Mariguana y El Viejo. Magia pura.
Durante el corto receso, el líder de la noche se acercaba a todos los asistentes para charlar sobre su vida, contar historias y mostrar ciertos cuadros que están en casa, que luego podrían formar parte de alguna exposición.
Llega sin reparos el segundo set, mostrando canciones que según su propio autor lo persiguen para ser cantadas. Ecce Homo, Tú No Sabes y distintas que tal vez no son tan conocidas, pero están, por supuesto están.
El público ya estaba en total confianza, entre cervezas, hamburguesas veganas y un café de cortesía que calentaba la noche discretamente.
Ahora vamos con ritmos tropicales, dijo el maestro y puso a todos a cantar el reconocido guayenato titulado Niño Cucú, que es una especie de crónica que cuenta la historia de un hombre con problemas mentales que se enamora y el amor lo convierte accidentalmente en un narcotraficante, todo desde el punto de vista de una parodia, porque a los costeños nos encanta disfrutar de la tragedia y la desgracia ajena, supo decir Idrovo. Continuando con las historias, también pasó En La Esquina, que relata las consecuencias de una infidelidad de la mujer, siendo el hombre el dolido y el barrio el testigo.
En medio del jolgorio y de forma inesperada, en honor a mi fanatismo, se dedicó una canción escrita para Promesas Temporales que jamás fue grabada, así que de forma indudable, los asistentes de este íntimo concierto podemos decir que fuimos parte de algo histórico, que por supuesto tendrá el valor que cada uno sepa darle.
Al despedirse de forma cálida, Hugo mencionó que esa casa que lo vio recorrer su infancia, escribir y componer canciones, ahora iba a cumplir esa labor con distintos invitados, esperando ser parte de la cultura guayaquileña, recibiendo a poetas, pintores y más artistas que quieran expresar sus sentires.
- Corran la voz, por favor.
Nos dijo a todos antes de cruzar la puerta. Por supuesto, aquí estoy, cumpliendo con lo acordado, luego de haber sido parte de la familia Idrovo por una noche, esperando que vengan muchas más.
Con mucho amor y paz…
¡La Caracola ha hablado!
Por: Juan José Avilés Navarrete