En el mundo del arte estamos acostumbrados a ver ceremonias de premiación y reconocimientos que honran el trabajo realizado por sus nominados. Me atrevo a decir que muchos ponen empeño y dedicación precisamente para obtener los mencionados premios. Desde los Oscar, hasta los MTV; todos hemos añorado la emoción de escuchar que somos ganadores.
Esto me lleva a formular la siguiente pregunta:
¿Hay que premiar a nuestros artistas?
Curiosamente, me respondo con otra pregunta muy sencilla: ¿Por qué no?
Ha existido una gran ausencia (al menos en el panorama local independiente) en lo que a premiaciones o competencias respecta, aunque no siempre fue así.
Hace algunos años el colectivo Garage Band tomó las riendas de jurado para elegir a los músicos y bandas más destacadas de distintos rincones del país. Esto fue avanzando año tras año hasta convertirse en una tradición; sin embargo, así como llegó, se fue… ¡pero aguanten!
Han regresado luego de un tiempo de la que habíamos pensado fue su última edición.
Distintas categorías como Mejor Proyecto Revelación, Mejor Álbum, Mejor Vídeo, entre otras más, sirven para alentar a la música local a seguir trabajando para recibir méritos. No nos hagamos los giles, por favor; a todos nos gusta que alguien ajeno a nuestro círculo social nos elogie y de forma inesperada nos diga: ¡Qué bien lo que estás haciendo!
Con esto no me refiero a que los premios Garage Band deben ser los únicos autorizados a decidir qué está bien o mal; de hecho, ellos mismos no piensan así, ya que hasta hoy (10 de abril) el público pudo elegir a sus pre nominados favoritos y darles ventaja en estas votaciones. En fin, celebrar la música, el arte y a quienes nos ofrecen todos sus frutos es algo absolutamente necesario y debemos formar parte de ello. Es lo mínimo que podemos hacer a cambio de las alegrías, tristezas y demás emociones con las que llegan bajo el brazo estas personas.
Bueno, creo que ha quedado claro mi punto. Todos merecemos aplausos y reconocimiento cuando estamos avanzando y mejorando. Así de simple.
¡La Caracola ha hablado!
Por: Juan José Avilés Navarrete