Cualquier seguidor asiduo de la música local independiente ha escuchado a Niñosaurios y si no lo ha hecho, déjenme decirles que no han llegado aún a lo mejor. En realidad, esta banda guayaquileña es sin duda alguna de culto, y entre los músicos locales se ruedan muchas historias sobre cómo fue la primera vez que los escucharon, cómo los descubrieron, cómo fue la primera vez que los vieron en vivo, etc, etc.
Niñosaurios tiene ese alma que no todos tienen. Recuerdo haber tenido unos 14 años cuando llegaron a mí y mi vida no volvió a ser la misma. Aparecieron entre mí y mis conocidos con el rumor de “¿sabías que estos manes mandaron a masterizar su disco a Abbey Road?”; eso de por sí nos movió el piso a todos. Esta gente estaba apuntando a la tierra de los más grandes, pero luego de eso pasaron algunos años hasta que “Todo el Universo” pudiera llegar a nuestras manos y oídos.
Todos los mitos, todo el proceso, todo hizo que quizás y hasta se haya considerado dejarlo a un lado, pero en realidad nunca fue así. Era solo el letargo.
Recuerdo que ya a los 18, estaba estudiando producción musical y el legendario Jaime Carrillo nos dice al finalizar una clase:
“Dice el rumor que después de años, hay una banda que por fin va a lanzar su álbum hoy en Diva Nicotina”. No di tiempo a que continúe y automáticamente mencioné a Niñosaurios. Entonces, para poner las cosas en orden. 31 de octubre de 2013. Estaba yo unas 3 horas antes que empiece el show con mi mejor amiga, mi mejor amigo y alguien más que se unió al plan, aprovechando la reciente mayoría de edad para tomar unos pocos tragos, porque quería estar sobrio para disfrutar el concierto, además de estar chiro, claro está.
Empezaba a llegar la gente, todos esos íconos de la cultura musical guayaca que hoy por hoy son amigos míos, entre esos, los integrantes de Cactus Gamarra, encabezados por el mencionado Carrillo y el gran David López, quien en la actualidad -y desde hace algunos años ya- es mi dupla creativa y mi más grande compañero de tertulias.
Estaba entrando en desesperación. Según todo lo que había escuchado de Niñosaurios, era incluso probable que ni siquiera aparecieran en el escenario. Para mí, seguían siendo totalmente enigmáticos. A diferencia de muchos de los que estaban en Diva, no había tenido el gusto de verlos antes porque era un niño, no me dejaban entrar a los bares.
Ya había contado todos los chismes a mis amigos, había incluso inventado algunos, puesto que desde ese tiempo florecía mi capacidad de crear relatos -en aquellas épocas solo pensé que era mentiroso- y nada. Pensé en simplemente irme del lugar. Al día siguiente tenía clases y mi profesor ya me había visto por ahí. Qué vergüenza, ¿no?
De un momento a otro, aparecieron “los niños” con Víctor Andrade a la cabeza, sin decir casi nada y haciendo armonías de voces, ese calentamiento que ahora ya me parece clásico.
El concierto fue una bestialidad. Esas canciones que solo había escuchado por ahí en grabaciones de pésima calidad o que aparecían en las primeras épocas (para mí) de un precario YouTube. Todo fue de lujo. Por cuestiones del gobierno de ese momento, no podía haber gente en bares pasada la media noche de los días entre semana. Siendo esto un jueves, llegó la policía al establecimiento que estaba a punto de estallar con un lleno total.
El querido Víctor resolvió todo con un: “Ya ya. Esta es la última y nos vamos. Solo una más”. Su espíritu rebelde e irónico lo llevó a hacer un popurrí entre “El Enemigo” y “Malnacida” que luego de haberlos visto en tantas presentaciones alrededor de estos años, jamás volvieron a repetir.
Ese mismo espíritu, los llevó a hacer un álbum en el que no necesariamente estuvieron las canciones más conocidas, a excepción de la memorable “Levitaba”. He evitado un poco hablar sobre “Todo el Universo”, porque lo tienen en todas las plataformas de distribución digital. Dejen que fluya en ustedes ese instinto investigativo.
Para poder comprar el CD -no sé si algunos de ustedes sepan lo que es eso (jajaja)- tuve que pedirle $5 prestados a uno de mis acompañantes. Una deuda que guardo hasta ahora, al igual que el CD. Sin duda, fue una noche inolvidable.
Perdonen por extenderme en este intento de crónica o relato, pero la verdad es que esa noche entendí lo que es el rock. Más aun, la música local independiente. No estuviera donde estoy ahora sin Niñosaurios. Así que esto es un humilde agradecimiento a aquella banda que me ha dado todo y a la que modestamente he tratado de retribuirle algo de eso.
Siempre estuve en desacuerdo con eso de “apoyen al arte nacional”, supongo que ya saben el motivo, pero aprecien lo que los artistas locales les ponen al frente o en sus oídos.
Muy emocionada por este aniversario…
¡La Caracola ha hablado!
Por: Juan José Avilés Navarrete